¡Haz tu huerto!

Cómo hacer un huerto

Hemos decidido hacer un huerto

Para algunos será la primera vez, otros volverán a retomar una actividad realizada hace mucho tiempo, quizá de la mano de sus padres. Seguro que los hay que llevan toda la vida teniendo un huerto pero saben que siempre les queda algo nuevo por hacer. El caso es que existen muchas razones para hacer un huerto, como llevar una alimentación más sana y saludable o simplemente tener a mano lo necesario para hacer una buena ensalada. El huerto, además, nos distrae, nos tranquiliza y, durante un rato, desaparecen nuestras preocupaciones diarias. Si tenemos hijos pequeños, podemos practicar esta actividad con ellos, sin contar que disfrutarán llenándose las manos de tierra y plantando ellos mismos lo que después se van a comer; y si nos hemos jubilado, ha llegado el momento de dedicarle tiempo a algo que siempre habíamos querido hacer.

 

Además también podemos encontrar belleza en un huerto. Es decir, que no hay excusas y queremos ofrecerte nuestra ayuda y nuestros productos para que tu huerto sea un éxito. Para crear un huerto no son necesarias unas condiciones especiales y cualquiera puede lograrlo. Podemos hacer un huerto casi en cualquier sitio: en un terreno pensado para ello, en una parte del jardín de una casa, o incluso en nuestras terrazas y balcones. Y podemos hacerlo en el suelo, en macetas, en sacos de cultivo, en mesas o incluso en paredes. Desde Huerta Tía María os diremos cómo. Así que, ¡Adelante! Esta es una guía de cultivo que nos ayudará a preparar y cuidar nuestro huerto, y que constantemente nos aconsejará opciones para tomar las decisiones que mejor se adapten a nosotros y a nuestros cultivos. La primera decisión importante que hay que tomar para hacer nuestro propio huerto es saber si va a ser ecológico o de producción integrada, por lo tanto debemos saber para decidir: ¿En qué consisten estas dos posibilidades? Vamos a verlo.

 

¿En qué consiste la producción ecológica?

 

Un huerto de producción ecológica está basado en la no utilización de productos químicos de síntesis durante el crecimiento y cuidado de las plantas, ni como abono ni para tratamientos fitosanitarios. Hay quien cree que, en una huerta ecológica, no se les pone nada a las plantas para cuidarlas. Con esa interpretación difícilmente llegaremos a recoger producciones. Por el contrario, es un tipo de huerto en que los tratamientos con productos autorizados son frecuentes, ya que la mayor parte de ellos son preventivos y tienen un efecto limitado en el tiempo, por lo que será necesario ir repitiéndolos. Estos fitosanitarios autorizados para producción ecológica son en su mayoría extractos o modificaciones de productos naturales que tienen diversos efectos sobre los enemigos de las plantas. El concepto de huerto ecológico ofrece una filosofía de actuaciones en las que intentamos jugar con las cartas que nos da la naturaleza y utilizarlas en nuestro beneficio teniendo como condición el respecto al medio ambiente y el equilibrio con nuestro entorno. A favor de la huerta ecológica, decir que tenemos producciones que se pueden recoger en cualquier momento y que han crecido en equilibrio con la naturaleza. En contra, debemos decir que en ciertos cultivos exigentes en nutrientes, las producciones pueden verse limitadas y, sobre todo:

DEBEMOS ASUMIR QUE PODEMOS PERDER LAS PRODUCCIONES Y LOS CULTIVOS A CAUSA DE UNA PLAGA O ENFERMEDAD QUE NO PODEMOS CONTROLAR

Los productos fitosanitarios autorizados en cultivo ecológico tienen sus limitaciones y, en ocasiones, fuertes ataques de los enemigos del huerto pueden hacer que los productos aplicados no los lleguen a controlar y afecte irreversiblemente a las plantas y a sus producciones. Muchas veces como horticultores aficionados nos llegan mensajes confusos sobre qué tipo de actuación en un huerto es ecológica o no. Para poder definirnos con un criterio, en Huerta Tía María utilizamos la legislación vigente para establecer las pautas de trabajo de nuestra huerta ecológica. La agricultura ecológica comercial consiste en una convención de reglas fijadas por organismos gubernamentales que regulan el manejo de los cultivos. El cumplimiento de esas reglas garantiza las características de esos cultivos desde el inicio del cultivo hasta su venta para poder denominarlos y venderlos como ecológicos. La normativa que regula la producción ecológica es el Reglamento (CE) 834/2007 del Consejo sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos europeos. Y el Reglamento (CE) 889/2008 de la Comisión, de 5 de septiembre, de 2008, por el que se establecen disposiciones de aplicación del Reglamento (CE) 834/2007 del Consejo, sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos respecto a la producción ecológica, su etiquetado y su control.

¿Y la producción integrada?

 

Este tipo de huerto recoge las buenas prácticas de la producción ecológica pero nos permite hacer uso de abonos y fitosanitarios de síntesis, si no existe otra alternativa, siempre y cuando se haga un buen uso de ellos. La alternativa a la huerta ecológica es un sistema de cultivo que debe garantizar la sanidad y salud de las producciones. Básicamente utiliza los métodos de control fitosanitarios de la huerta ecológica, pero cuando se presenta algún problema sanitario en las plantas recurre al producto fitosanitario de síntesis adecuado al cultivo para solucionar el problema y que las producciones lleguen a buen término. Además, nos permite abonar con abonos de síntesis que dan una atención más ajustada a las necesidades de cada cultivo durante el tiempo que éste dure. A favor de la huerta de producción integrada, decir que tenemos producciones más largas y generosas y soluciones a la mayor parte de los problemas sanitarios que pueden afectar a nuestras plantas. En contra, debemos decir que:

TODOS LOS PRODUCTOS FITOSANITARIOS DE SÍNTESIS TIENEN UNOS PLAZOS DE SEGURIDAD QUE SE DEBEN CUMPLIR ENTRE LA APLICACIÓN Y LA RECOLECCIÓN Y EN LOS QUE NO PODREMOS RECOGER NUESTRAS PRODUCCIONES

Por tanto, debemos prestar atención al producto y al momento de aplicación para limitar este efecto adverso.

El clima y el huerto

El clima en horticultura

La influencia del clima es uno de los factores más importantes en la toma de decisiones en horticultura. La luz y la temperatura a lo largo del año y, en menor medida, factores como la lluvia o el viento condicionan nuestro huerto para que decidamos qué plantar y cuándo. Dentro de la agricultura, la horticultura se distingue por su capacidad para modificar factores climáticos y conseguir condiciones propicias para nuestros cultivos. Invernaderos, túneles y mantas térmicas nos permiten regímenes de temperaturas diferentes a los que la naturaleza nos proporciona. Los riegos y acolchados intervienen en el régimen hídrico de los cultivos, y los paravientos protegen nuestras plantas. Y, a otros niveles, el horticultor puede modificar la luminosidad para conseguir más horas de luz mediante lámparas especiales o incluso modificar el nivel de CO2, en lo que se conoce como fertilización carbónica, para mejorar el desarrollo y productividad de las plantas.

La luz y el huerto. Las plantas son mágicas

Bajo este epígrafe un tanto cursilón se esconde una realidad científica, las plantas convierten la materia inorgánica en materia orgánica. Son capaces de absorber elementos simples como el carbono, el nitrógeno, el fósforo y el potasio y convertirlos en aminoácidos y proteínas. Este proceso se denomina fotosíntesis y para ello es básica la luz. Las plantas necesitan luz para crecer y desarrollarse. Por eso, es recomendable un entorno lo más soleado posible. Nuestro huerto, en la medida de lo posible, deberá estar orientado hacia el sur (si vivimos en el hemisferio norte) y evitar las proyecciones de sombras.

La temperatura y el huerto

De todos los componentes climáticos, la temperatura es, sin duda, el más importante. De ella dependen todos los procesos de crecimiento de las plantas. Las plantas tienen un punto óptimo de temperatura para su crecimiento. Por encima o por debajo de este punto y a medida que las temperaturas van siendo más extremas se llega a un punto de crecimiento cero. A partir de ahí, si continúa subiendo o bajando, se llega a un punto crítico en que cada planta tiene una temperatura límite de supervivencia. El límite para el frío lo marca la congelación de la planta y para el calor la desnaturalización de sus proteínas.La temperatura es uno de los factores en que el horticultor suele intervenir más, para modificarla en lo que se denomina cultivo hortícola forzado. Por ejemplo, con un pequeño invernadero podremos conseguir temperaturas más agradables para nuestras plantas en producciones más tempranas.Así mismo, existen tipos de plantas más o menos exigentes en temperatura para su buen desarrollo que nos marcarán las producciones en función de la época del año en que nos encontremos. Básicamente estableceremos plantas para producciones de invierno, como por ejemplo, guisantes y coliflores; y de verano, como los tomates o los melones; aunque también podremos producir ciertos cultivos durante todo el año, como las lechugas.Mención aparte merece un concepto climatológico como son las heladas. Cuando la temperatura del aire desciende de 0º C se produce una helada, tanto más severa cuanto mayor es el descenso térmico y su duración. La helada afectará a la planta según su temperatura mínima de supervivencia. Una forma efectiva de establecer nuestro calendario de siembra es conocer la época libre de heladas de nuestra zona de cultivo. A medida que va avanzando el año y las temperaturas se suavizan, en función de nuestra latitud (cuanto más al norte, más frío) y de nuestra altitud (cuanto más alto más frío) sabremos cuándo el riesgo de heladas es bajo. Éste es un buen momento para marcar en nuestro calendario de cultivo el inicio de la plantación de nuestras plantas más delicadas, por ejemplo lo que llamaremos el huerto de verano: tomates, pimientos, berenjenas, pepinos, calabacines, etc.

El agua y el huerto

De todos es sabido que el agua es parte esencial de la vida. En las plantas proporciona la vía por la que los elementos nutritivos se mueven y es un componente esencial de la red de tejidos.En la naturaleza el agua aparece en diferentes estados y su influencia en el huerto es importante en cada uno de ellos. Uno de esos estados es el vapor de agua atmosférico o humedad relativa. El rocío y una humedad relativa alta durante periodos de tiempo prolongado pueden favorecer la aparición de enfermedades causadas por hongos. Este efecto se da fácilmente en nuestros pequeños invernaderos, por lo que una buena ventilación es aconsejable cuando se den estas circunstancias.Otros estados del agua que pueden causar efectos negativos sobre nuestros cultivos son la nieve y los granizos. La lluvia, si no es en exceso, nos proporcionará un aporte de agua de forma natural muy beneficioso para nuestros cultivos. Lamentablemente, en ocasiones un exceso de precipitaciones puede provocar inundaciones y tener consecuencias negativas. Un encharcamiento prolongado puede causar la muerte de la planta por falta de oxígeno en las raíces. Este efecto se conoce como asfixia radicular. Un exceso de humedad relativa provocada por lluvias frecuentes también puede ser causa de ataques de hongos en nuestros cultivos.

El viento y el huerto

La acción del viento tiene consecuencias positivas y negativas para nuestros cultivos. Como ya hemos dicho, un exceso de humedad relativa puede ser causa de enfermedades producidas por hongos; por tanto, una ligera brisa reducirá esa humedad y secará ese exceso de agua en las hojas de nuestras plantas. Por otro lado, demasiado viento puede dar lugar a lesiones por sequedad en plantas muy tiernas y, sobre todo, si sopla intensamente, puede producir daños en nuestras estructuras de cultivo y sobre las propias plantas.

Cómo modificar el clima en nuestro huerto

Lo primero que se nos ocurre para proteger nuestras plantas ante las inclemencias del tiempo es cubrirlas. Como somos conscientes de su necesidad de luz intentamos que la cubierta sea más o menos transparente. Con una cubierta conseguimos que durante el día los rayos infrarrojos de la radiación solar calienten nuestros cultivos y por la noche esa misma cubierta hace que no salga la energía calórica emitida por el suelo. Este efecto lo conocemos como efecto invernadero y cuando lo generamos estamos modificando el clima de nuestro huerto. Existen diversas formas de modificar la climatología para generar beneficios en nuestras plantas.

Invernaderos

Un invernadero es una cobertura que protege las plantas de las bajas temperaturas. Se trata de una estructura metálica o de madera recubierta de plástico (las más usuales, ya que pesa menos, es más barato y la estructura es menos exigente) o de vidrio. La estructura puede ser en forma de cajón donde la parte superior sea una ventana que se pueda abrir y cerrar, conocida como cajonera; un túnel de arcos recubiertos de plástico y un invernadero de paredes verticales y techo semicircular o a dos aguas de estructura más o menos compleja. Con una cubierta de este tipo conseguiremos adelantar o atrasar las producciones que sean limitantes en cuanto a temperaturas mínimas, como por ejemplo el tomate. También dan protección a nuestras plantas frente a inclemencias como el granizo y una mayor precocidad en las producciones, ya que al descubierto disfrutarían de menos horas de temperatura óptima.

Túneles de semiforzado

Con una estructura muy simple en forma de túnel sobre cada línea de plantas formada por hierro, caña o tubería de plástico y cubierta con plástico o mallas térmicas conseguimos adelantar el crecimiento de las plantas y protegerlas en aquellas épocas que son más susceptibles de ser afectadas por bajas temperaturas, retirando posteriormente el túnel y dejando el cultivo al descubierto el resto del proceso productivo.

Acolchado

El acolchamiento del suelo consiste en cubrir, total o parcialmente, el suelo de cultivo con una lámina de plástico opaca o con una capa de material orgánico, como por ejemplo la paja. Con este sistema se consigue un efecto invernadero más localizado en la zona radicular que permite un mayor desarrollo de la planta y a la vez evita la aparición de malas hierbas. Además, se aprovecha más el agua del suelo porque no se evapora tanto. En el acolchamiento del suelo es aconsejable la instalación de un riego localizado por goteo por debajo del acolchado para que el acceso al agua de las plantas no se vea limitado.

La plantación en surcos nos permite una mayor superficie de contacto del suelo con la radiación solar, algo parecido a la inclinación de las placas que vemos normalmente en las instalaciones de placas solares. Si formamos un alomamiento alargado del terreno y plantamos en la parte superior de la loma, conseguiremos, en aquellos terrenos planos y con tendencia a inundarse, un volumen de suelo que, por elevación, permitirá que la planta tenga un grueso de raíces fuera del nivel del agua, cosa que hará que la planta sobreviva a los periodos de frío. Es una plantación elevada en surco.

La combinación de estas técnicas es posible y nos permite, por ejemplo, tener una plantación elevada en surco y acolchada bajo un túnel que hace posible sumar todos y cada uno de los aportes positivos de estos métodos.

 

El suelo: La base de cultivo

El suelo la base de cultivo

Vamos a entender el suelo como el medio físico que utilizan las plantas como soporte y donde las raíces se desarrollan para obtener agua y nutrientes.

Dentro de esta definición distinguiremos entre cultivos en suelo tradicional y cultivos sin suelo o hidropónicos.

El suelo tradicional lo concebimos como una superficie de tierra que tienen unas características determinadas. El cultivo hidropónico engloba todos los cultivos que se hacen fuera de suelo tradicional como las macetas, los sacos y las mesas de cultivo en donde el suelo lo constituyen el recipiente y el substrato que contiene. El suelo entendido como tierra o substrato tiene tres fracciones básicas. Es decir, está compuesto por materia sólida, agua y aire, y el equilibrio entre estas materias permitirá que nuestros cultivos se comporten de manera saludable.

El suelo y sus características generales

Para definir como bueno un suelo para albergar el desarrollo de las plantas, debemos considerar una serie de características y clasificarlas según los requisitos de los diferentes cultivos. Las características principales son la textura, la estructura, el pH y la salinidad del suelo

Textura

La textura es la característica que diferencia unos suelos de otros según el contenido en partículas de mayor o menor tamaño.
Distinguimos: arcillas (partículas de menos de 0,002 mm), limos (entre 0,002 y 0,02 mm), arenas (entre 0,02 y 2 mm) y elementos gruesos como gravas o piedras de diámetros superiores a los 2 mm. Un porcentaje equilibrado de arcilla, limo y arena constituye un suelo ideal al que denominamos franco.
Un horticultor principiante no puede hacer un análisis tan detallado de su suelo. Así que, le tiene que bastar con saber que la mayor parte de los suelos son aptos para el cultivo y que, a veces, los suelos con exceso de elementos gruesos pueden dificultar el desarrollo de aquellos cultivos cuya parte comestible se desarrolla bajo tierra como las zanahorias o los rábanos por ejemplo, en cuyo caso es posible que podamos retirarlos con rastrillos o cribas.

Por otro lado, los suelos demasiado arcillosos suelen dar problemas de compactación y encharcamiento. En ese caso, podemos aportar al suelo arena de río lavada o materia orgánica que tarde mucho en descomponerse, como la turba, para mejorar el suelo. Si la tarea es muy dificultosa o el suelo es, a todas luces, muy poco apto para el cultivo, siempre podemos aportar una capa suficiente de tierra de procedencia externa, a ser posible, de unos 30 cm.

Estructura

La estructura es la forma en que se agregan las partículas que componen el suelo entre sí y de la distribución de la materia sólida, el agua y el aire que lo componen. Un suelo de buena estructura es aquel que mantiene una estabilidad en esta distribución y permite mantener a lo largo del ciclo de cultivo sus características físicas.
Para mantener en buen estado la estructura del suelo y mejorarla, además de mantener un buen nivel de materia orgánica con aportes de abonos orgánicos, es importante, por ejemplo, no realizar prácticas de laboreo en condiciones de exceso de agua, ya que podemos provocar una compactación que la dañe.

PH del suelo

La acidez o alcalinidad del suelo de nuestro huerto viene indicada por su pH. El suelo es ácido por debajo de pH 7 y básico o alcalino si es superior. Podemos saber el pH de nuestro suelo a partir de la medición del líquido resultante de la mezcla de agua destilada y tierra o substrato de nuestro huerto. Una manera fácil de medirla es con el denominado papel tornasol cuya escala de colores nos indica el pH de la solución en la que introducimos esta tira de papel.
En general, las hortalizas se desarrollan mejor en suelos ligeramente ácidos, ya que facilitan la disponibilidad de nutrientes para las plantas. En cualquier caso, se defienden también muy bien en suelos ligeramente básicos. El pH del suelo es una característica difícil de modificar, aunque podemos encontrar en el mercado productos para acidificar pensados para ciertas plantas ornamentales acidófilas y, en caso contrario, enmiendas calizas.
Uno de los efectos adversos de un suelo alcalino es el bloqueo del hierro en el suelo y la consecuente aparición de deficiencias de este mineral en las plantas. Se manifiesta con un amarilleamiento de las hojas más jóvenes en las zonas internervales. Esta afección se suele solucionar con aportes de hierro en forma de quelato. El quelatado es un proceso natural en el que la molécula mineral de hierro queda protegida y accesible a las raíces de las plantas.

Salinidad de los suelos

Esta característica es un factor limitante cuando los niveles altos de salinidad en el suelo hacen inviable el desarrollo de las plantas. El nivel de salinidad del suelo se cuantifica conociendo la conductividad eléctrica (CE) de extracto saturado del suelo. El valor de la salinidad es óptimo por debajo de 2 mmhos/cm y empieza a dar problemas por encima de valores de 4 mmhos/cm.
Estos parámetros son difíciles de valorar sin la maquinaria adecuada, pero podemos observar un efecto clásico de salinización del suelo en la falta de turgencia de las hojas, a pesar de que el suelo esté húmedo, como si le faltase agua. Este efecto se produce muchas veces cuando nos excedemos en los aportes de fertilizantes, que no debemos olvidar que no dejan de ser sales.
La solución a un suelo salino son aportes abundantes de agua que arrastren las sales a niveles inferiores del subsuelo donde las raíces de las plantas no se vean afectadas.
Las técnicas de cultivo

Las técnicas de cultivo

La agricultura se distingue del crecimiento de los vegetales en la naturaleza en el uso, por parte del hombre, de un conjunto de técnicas y conocimientos que se aplican sobre el suelo y los cultivos para, por un lado, propiciar el crecimiento y la producción de las plantas y, por otro, acomodarlo a una dimensión humana. El tratamiento del suelo, la disposición de las plantas, el apoyo al crecimiento, el riego y las rotaciones de cultivos se encuentran entre el conjunto de acciones humanas que nos convierte en hortelanos.

Labores de cultivo

Laboreo

En suelo convencional, antes de cualquier otra operación, debemos realizar un laboreo, que consiste en mover y voltear la tierra para conseguir una estructura óptima para la siembra o el trasplante. Con azadas o ayudados de maquinaria como una fresadora o rotovator tenemos que trabajar el suelo hasta conseguir una superficie mullida y apta para el cultivo. También es importante el aporte de un abonado de fondo en el momento de realizar esta operación. En cultivo fuera suelo y en el caso de no usar un substrato por primera vez, también es conveniente mover la tierra de las macetas o mesas de cultivo antes de una nueva plantación.

Siembra y crecimiento del plantel

La mayor parte de cultivos hortícolas se reproducen por semilla. La siembra es el proceso de plantar semillas para que germinen y se desarrollen como plantas. Es un proceso delicado y por eso es un trabajo que suele hacer un especialista. Esta es la labor principal de cultivo. En Huerta Tía María plantamos las semillas en un substrato a base de turba y las hacemos germinar en una cámara con temperatura y humedad específicas para cada especie. Una vez germinadas, las plántulas se hacen crecer en los invernaderos hasta su estado óptimo para la venta. El plantel es la planta mejor preparada posible para el trasplante, con una parte aérea desarrollada al máximo y una maceta grande con un volumen de raíces (cepellón) excepcional que dará a la planta un potencial de desarrollo superior a cualquier otra.
Defensa fitosanitaria del huerto

Defensa fitosanitaria del huerto

 Nuestro objetivo como hortelanos es obtener plantas y frutos lo más agradables posibles a la vista y el paladar. El problema es que en el camino de este objetivo podemos encontrarnos con unos serios competidores a los que nuestros cultivos también les parezcan muy apetecibles. Estamos hablando de bichos, orugas, caracoles, hongos y demás enemigos de las plantas que pueden afectarlas, o incluso acabar con ellas. Debemos aprender a detectar estas afecciones y a clasificarlas para poder tomar las medidas pertinentes para detenerlas, eliminarlas o convivir con ellas sin que nos afecten.

 

Protección de cultivos en el huerto ecológico

La filosofía del cultivo ecológico se basa en la idea de que la naturaleza tiene tendencia a buscar el equilibrio y que una afección negativa en nuestras plantas se debe a un desequilibrio en la balanza entre un enemigo de las plantas y su depredador natural. Nuestra labor consiste en propiciar que estos equilibrios surjan, de manera que no combatimos las plagas y enfermedades, sino que convivimos con ellas, manteniendo a los enemigos de las plantas en niveles bajos.

Para lograr esos equilibrios deberemos trabajar en la gestión del huerto con:

  • ·Diversificación de cultivos: Rotaciones y asociaciones de cultivos.
  • ·Utilización de variedades más resistentes.
  • ·Potenciación o introducción de especies depredadoras de los enemigos de las plantas.
  • ·Eliminación de forma manual de focos de infección eliminando hojas o plantas.
  • ·Uso de técnicas de control biológico a base de extractos de plantas y minerales naturales. Es la aplicación de los llamados productos fitosanitarios autorizados ecológicos. Estos productos son respetuosos con el medio ambiente y con los depredadores de los enemigos de las plantas.

 

Puede que a efectos prácticos no sea fácil conseguir mantener nuestros cultivos lejos de los efectos negativos de los enemigos de las plantas a pesar de seguir los conceptos generales de gestión fitosanitaria para cultivo ecológico. Por ejemplo, si nuestro huerto es pequeño y está cercano a otros huertos de otros propietarios que han dejado que una plaga o enfermedad evolucione, es posible que la presión de la afección sea tan grande que ni con los productos de defensa autorizados podamos detenerla. En este momento, si estamos convencidos del ideario de producción ecológica, debemos aceptar que perderemos la producción del cultivo, ya que no tenemos herramientas suficientes para salvarlo. Hay que tener en cuenta que también hay enemigos naturales de las plantas contra los que no podemos actuar y, por lo tanto, si un cultivo se ve afectado por ellos, la solución es arrancar ese cultivo y evitar que se propague a las otras plantas. Es el caso, por ejemplo, de las plantas afectadas por ciertos virus.

 

Protección de cultivos en el huerto integrado

En el huerto de cultivo integrado utilizaremos todo lo que ponemos en práctica en cuanto a medidas preventivas y de control para el huerto ecológico, pero utilizaremos productos químicos de síntesis cuando, tras observar alguna afección, consideremos que pone en peligro la producción. Primero, para conseguir que no afecte a otras plantas y, segundo, para detener y eliminar el problema. Los productos fitosanitarios también tienen sus limitaciones. Hay que tener en cuenta que también hay enemigos naturales de las plantas contra los que no podemos actuar, a veces porque no existen productos eficaces contra ellos, y otras porque económicamente no vale la pena. Por lo tanto, si un cultivo se ve en esta situación, la solución es arrancar ese cultivo y evitar que se propague a las otras plantas. Es el caso, por ejemplo, de las plantas afectadas por ciertos virus.

En los productos fitosanitarios debemos aprender a reconocer el etiquetado de los productos:

  • ·Plazo de seguridad. Es el periodo de tiempo entre la aplicación y la cosecha en el que no debemos recolectar el producto para su consumo.
  • ·Nombre comercial y materia activa. El nombre comercial de un producto corresponde a su identificación dentro de la oferta de una empresa de fitosanitarios y la materia activa es la composición de ese producto. Por lo tanto, una misma materia activa puede tener dos nombres comerciales diferentes.
  • ·Dosis de aplicación. Es el porcentaje al que debemos mezclar con agua el producto para aplicarlo sobre el cultivo.
  • ·Posibilidad de poder mezclar o no el producto con otros fitosanitarios para completar su radio de acción.

 

La forma de actuación de los productos también nos ayuda a decidir cuál usar. Los hay que actúan por ingestión, otros por contacto y los hay sistémicos. Éstos últimos se caracterizan por ser absorbidos por las plantas y actúan protegiéndola desde dentro, ya sea atacando a un hongo invasor o introduciendo la materia activa nociva para una plaga cuando se alimenta de la planta. Son más efectivos, ya que su distribución es más uniforme, pero a la vez más persistentes y no se pueden eliminar con un lavado como ocurre con los otros. Esto es más limitante desde el punto de vista del consumo humano, ya que deberemos agotar el plazo de seguridad para poder consumir los cultivos, pero también nos permite estar tranquilos en caso de lluvias ya que no lavará el producto y continuará haciendo su efecto positivo sobre la planta.

Es importante no hacer un uso continuado de un mismo producto contra una misma afección. La mejor manera es buscar dos materias activas diferentes y alternarlas para no generar resistencias a las plagas o patógenos. El momento de realizar las aplicaciones fitosanitarias también es importante. En general, hay que evitar las horas en que la temperatura sobrepase los 30 ºC y no realizar aplicaciones después de una lluvia con agua sobre las hojas o en horas en que el rocío aún está sobre ellas. También es importante no realizar aplicaciones con viento ya que la deriva le restaría eficacia.

 

Los enemigos de las plantas. Una clasificación fácil

Básicamente, podemos establecer dos grandes grupos de enemigos: las enfermedades y las plagas. Las carencias o excesos de nutrientes y también las condiciones del medio (temperaturas extremas, golpes de sol, polución, etc.) también afectan al correcto desarrollo de las plantas. Por eso, deberán tenerse en cuenta, ya que además de presentar síntomas parecidos a los de las enfermedades, también pueden propiciar la aparición de éstas debido a la debilidad que generan en las plantas.

Enfermedades

Decimos que una planta está afectada por una enfermedad cuando se ve condicionada negativamente por agentes patógenos (hongos, bacterias, nematodos, virus y similares).

Hongos de suelo y basculares

Este tipo de patógenos atacan a las plantas desde el suelo, donde tienen su medio natural, y las partes afectadas de las plantas son las raíces y la parte del tallo más inmediatamente cercana al suelo. Atacan a todos los tipos de plantas y suelen tener consecuencias fatales para ellas produciendo un colapso total. Atienden a nombres variopintos como: Verticillium, Fusarium, Rhizoctonia, Phytophtora, Pytium, Sclerotium y Sclerotina. Son hongos que atacan cuando las condiciones de drenaje y aireación son deficientes y cuando las plantas son más débiles y tienen menos defensas, como tras la germinación o en el trasplante.

SÍNTOMAS:
Debilidad en las plantas, amarilleamientos, flacidez en las hojas y finalmente muerte de las plantas. Si afecta a semillas puede que ni lleguen a nacer o provoca muerte de las plántulas tras la nascencia. Si arrancamos la planta observamos que las raíces son de color marrón oscuro y no hay raíces jóvenes blanquinosas. Ciertos tipos de hongos afectan al cuello de la planta provocando su adelgazamiento y volviéndolo de color marrón oscuro.

CONTROL:
El control de estas enfermedades es difícil, por lo que las medidas preventivas serán nuestras más eficaces herramientas de trabajo. Suelos trabajados, con buena estructura y buen nivel de materia orgánica donde no se acumule en exceso el agua ni se apelmace el entorno de las raíces de las plantas. Control de los excesos de riego. Plantas fuertes, grandes y sanas en el momento del trasplante serán nuestras mejores armas.

Especialmente indicados son los planteles de Huerta Tía María ya que su gran tamaño de planta, y sobre todo su gran cepellón de raíces confieren a la planta una resistencia superior al resto de planteles a este tipo de enfermedades.

El control de la enfermedad una vez contraída es difícil, por lo que, en el caso de tener plantas afectadas, es recomendable arrancar, eliminar y deshacerse de esa planta (no tirar a la compostadora ya que propagaría el hongo). En el caso del cultivo fuera tierra, eliminar ese substrato y poner de nuevo tras desinfectar con lejía el recipiente de cultivo. En casos de suelos muy afectados por estos hongos se puede plantear una desinfección del suelo mediante un método conocido como Solarización que consiste en recubrir el terreno después de regarlo durante el verano con un plástico durante varias semanas para que las altas temperaturas que se produzcan maten a los hongos.

CONTROL QUÍMICO: 
De forma preventiva se pueden realizar tratamientos dirigidos al suelo y al cuello de las plantas con un fungicida sistémico específico como Alexín o Aliette, y como alternativa Previcur Energy (No disponible para uso doméstico, pendiente de registro) una vez a la semana durante las primeras semanas de cultivo.